El año 1609 no sólo marcó de forma indeleble la vida de 300.000 personas injustamente expulsadas de la Península Ibérica, sino también la vida de nuestro país. Un país al que la mezcla de culturas habría podido enriquecer aún más si se hubiese permitido vivir en paz a los moriscos que habiendo renunciado a su religión primera tomaron voluntariamente la decisión de integrarse en la sociedad cristiana de su tiempo. No debemos olvidar que la cultura hispana es una suma de las diferentes culturas que han convivido en la Península: Iberos, fenicios, griegos, romanos, visigodos y también, y de modo especial durante casi siete siglos, bereberes y árabes de religión musulmana.
Soy de la opinión de que la raza, si es que todavía podemos hablar de la humanidad como dividida en razas, mejora con el intercambio cultural y genético. Tenemos buena prueba de ello en todos los tiempos, todos los países, todas las culturas. La mezcla enriquece, la pureza de sangre debilita y esteriliza.
Los 300.000 moriscos que fueron expulsados de España fueron convertidos en chivos expiatorios, de acuerdo con la vieja superstición de que si culpas a otros por las desgracias naturales, las plagas, o simplemente por nuestros propios errores, éstos desaparecerán como por arte de magia. Si culpamos a otros no tendremos que cuestionar nuestras actitudes, nuestras creencias, nuestros comportamientos. Se les expulsó por miedo a no entender su comportamiento, miedo a que se apoderaran de ‘nuestras’ posesiones y miedo a que se tratase de una raza superior. El hecho de expulsarlos a pesar del esfuerzo de muchos por integrarse voluntariosamente, muestra el complejo de inferioridad de una sociedad que no sabía cómo actuar frente al diferente.
Se podría realizar un símil con un nuevo alumno en clase. En la clase los grupos están formados y nadie quiere acoger al nuevo. Es tal vez diferente, no conoce a nadie y quién sabe si comparte los mismos gustos. En este caso los niños se preguntan: ¿por qué malgastar tiempo en alguien si no sabemos si nos vamos a llevar bien o no? Total, no necesitamos a nadie más. Quizá nos quite el sitio en el equipo o saque mejores notas. En cualquier caso: ¡Cuidado con el nuevo!
Se trata de un simple ejemplo que, a mi entender, refleja el motivo por el cual comenzó a aislarse a la sociedad morisca hasta el punto de que su expulsión resultara tan solo el último e inevitable paso en el camino de negación del otro, hasta hacerle perder todos sus derechos y conducirles al extrañamiento. Y es ‘extrañamiento’ un término castellano muy expresivo que define el proceso recorrido por la sociedad que ya había experimentado previamente con los judíos.
Fuentes: www.1609-2009.es
Tu mateixa ho has dit: "cuidado con el nuevo", tot i que feia segles i segles que eren a la península.
ResponderEliminarNo hi ha cap motiu per expulsar tota una comunitat, i no vull dir diferent, d'una regió.
La ignorància i la intolerància, però sobretot la manca de respecte vers l'altra, per desgràcia, fa 400 anys o avui dia, encara fan que hi hagi murs entre els humans.
"No debemos olvidar que la cultura hispana es una suma de las diferentes culturas que han convivido en la Península", tu mateixa ho has dit. El problema és que sovint la memòria ens fa males passades i ensopeguem dos o tres cops amb la mateixa pedra.
ResponderEliminarla diferencia es enriquecedora, a cada uno hay que tratarlo de manera diferente, en cada lugar hay que saber actuar de manera diferente, y eso significa respeto. Tener los mismos derechos no significa ser iguales, significa tener las mismas posibilidades. Si todo es igual, todo es gris, monótono y aburrido, falta color, contraste. La Globalización más utópica podría conseguir que vayas donde vayas siempre encuentres lo mismo, quizá para que siempre todo te resulte familiar ... o para no enfrentarte al miedo de lo nuevo o de lo diferente. Por eso nunca podré estar de acuerdo con ella, porque desde su base elimina la diferencia, o sea, la riqueza.
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